Debido
al acelerado consumismo del ser humano y su actividad, promovidos por el
pensamiento económico dominante, se han generado fenómenos que no son parte de
la vida natural de la Tierra como es el caso del cambio climático y el
calentamiento global. Esto causa una desestabilización del sistema climático
que permea lo que sustenta al capitalismo, es decir, los recursos naturales los
cuales son transformados por medio de la industria para obtener una plusvalía.
Por lo que, sin recursos naturales ¿qué será del capitalismo y, finalmente, de
la humanidad? Es por ello que Armando Bartra habla de una crisis civilizatoria y
sistémica, pues para mantener el sistema económico con vida, se están agotando
las reservas de hidrocarburos que contaminan el ambiente y, en conjunto con la
sobrexplotación, genera una escasez alimentaria. Dicho contexto empeora con la
globalización por el decremento de las instituciones democráticas. Estos son
sólo algunos de los tantos efectos negativos por los que el capitalismo ha
causado su propia destrucción. Entonces, ¿Cuál es la diferencia entre ésta
crisis a las anteriores recesiones que se dieron en los 70’s y 90’s? Con base
en lo que dice Sosa Fuentes, se habla de una “crisis unitaria, pero con varias
dimensiones”[1],
duradera, que afecta a ricos y pobres, y hay una cambio de carácter estructural.
A diferencia de las recesiones que eran sólo una restructuración de la tasa de
ganancia, eran breves, coyunturales y solamente afectaban al capital.
No
cabe duda que al ser una crisis tan compleja se necesita una respuesta
innovadora desde la epistemología y la acción tanto para no llegar a la
extinción del planeta como para aprovechar y desplazar al capitalismo. Para ello,
es necesario dejar atrás el paradigma dominante económico-político neoliberal
que sólo homogeniza el pensamiento, no permite afrontar nuevos fenómenos, y no
se adapta a las diferencias locales ni deja la participación de nuevos actores.
Por ese motivo, el “crear y hacer formas alternativas de desarrollo por el bien
común y construir otro mundo posible fundado un nuevo cosmopolitismo de interculturalidad pos-internacional del siglo XXI”[2] es una nueva vía a la
construcción de un nuevo paradigma a partir del ejercicio crítico.
El
cosmopolitismo de interculturalidad se pude obtener a partir de la sinergia de
los diferentes movimientos que promueven sus diferentes ideas y propuestas de
organización que convergen en un interés mutuo. Sin embargo, esto llevará
tiempo, puesto que aún no se deslumbra una buena comunicación. Cada movimiento
cree que su agenda es la más importante para una restructuración, lo que puede
llevar al caos. Lo importante es que la crisis del sistema no se da a corto
plazo y da suficiente tiempo, pero el planeta no resistirá de igual manera.
No
obstante, no se busca un rechazo del conocimiento científico-social, como lo
establece David Barkin, si no el reconocimiento de la existencia de otros que
fueron rechazados por el pensamiento hegemónico, como el de los indígenas. La
forma en la que se puede construir la nueva epistemología se puede dar a partir
de tres vías: el establecimiento de nuevas teorías, la unión de diversos
paradigmas heterodoxos (ejemplo, la economía ecológica), y el conocimiento de comunidades
cuyas cosmovisiones se edificaron fuera del capitalismo. Es por ello que se
busca ampliar el diálogo de saberes y el pluralismo metodológico.
En
el caso de la acción, también se ha visto la construcción de nuevas realidades
como lo demuestra la nueva comunalidad cuyo propósito es encontrar otra forma
de organización que sustituya el mercado para definir cómo se asignan los
recursos, que garantice el nivel de vida digno y el respeto al medio ambiente. Este
tipo se están dando alrededor del mundo con base en las diferentes culturas
locales que hay a nivel internacional y son relevantes como objeto de estudio
de las Relaciones Internacionales al ser distintas manifestaciones de las
fuerzas sociales de un Estado que permean el orden mundial por abandonar su
colaboración en el proceso de modernización globalizante. Por esa razón, desde
mi perspectiva, la acumulación por desposesión es importante, porque es el
medio para obtener los recursos naturales que éste tipo de nuevas realidades y
construcciones se están negando a otorgar.
Por
otro lado, algo muy importante es el impacto negativo que la crisis sistémica y
civilizatoria ha tenido en los países desarrollados también, ya que esto hace
dudar a los capitalistas de seguir con la continuación del sistema o
simplemente pone en duda a las masas de seguir apoyando a sus gobernantes que
sigue la ideología hegemónica. Esto lo define bien Antonio Arzuela desde la
perspectiva ambiental en su libro Visionarios y Pragmáticos. Él habla de que a
la naturaleza se le asigna un efecto de pacificación entre las clases sociales
por concebirlo como algo saludable y que da bienestar. Finalmente, la
percepción moderna, le dio a la naturaleza un goce estético a partir de lo que
se conoce como paisaje. Por lo tanto, desde esa concepción de belleza que se
contrapone con la fealdad del paisaje que genera la urbanización y la contaminación,
la población de los países desarrollados demandará un cambio, debido a la
percepción insana que ellos tienen de su entorno. Con esto, quiero concluir que como los
Estados desarrollados no están aislados de esta crisis, habrá un momento en que
se vean a obligados a abandonar el sistema
y entrar en diálogo con las nuevas cosmovisiones y epistemologías, pues
su población así lo exigirá al verse afectada.
[1] Bartra, Armando, “Crisis civilizatoria” en Raúl Órnelas, Crisis civilizatoria y superación del
capitalismo, México, IIE-UNAM, 2012, p. 35.
[2] Sosa, Samuel, “Las antinomias culturales del Sistema Mundial: hacia una
nueva ética global de justicia, redistribución e interculturalidad y una
epistemología de Nuestra América” en Graciela Arroyo Pichardo (Coordinadora), Lo global y lo local en las relaciones
internacionales. Riesgos mundiales, problemas locales y complejidad. Una visión
desde el Sur, México, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM y
Editorial Cenzontle, 2013, p. 190.
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